Conocí a un buen hombre que cantaba como los mismos ángeles. Trabajaba conmigo en el reparto a domicilio y se esmeraba tanto en el servicio que nos hicimos amigos. Pasábamos tanto tiempo en el vehículo de la empresa, bueno, era mi empresa, que no hacía falta conectar música en los trayectos. La ponía él. Formaba parte de un grupo que hacía música, eso decía él, de géneros musicales afroamericanos como el blues, jazz, góspel, soul... Cantamos donde nos llaman y nos aplauden a rabiar, afirmaba. Alguna vez fui a oírle y, lo juro eran una gozada. Hasta le pude ver en televisión. Hablando con él me dejó las cosas claras el día que le comenté muy convencido que estaría ganando mucho dinero. ¡Qué va! Ya sabes el dicho: Música negra, negocio blanco. Puse cara de estupefacción mientras contemplaba su piel azabache. Igual que en tu negocio, añadió riéndose, yo pongo el sudor y tú te llevas las pelas. No me gustó aquel juicio, pero algo de razón ya tenía. Hoy día sigue a mi lado cantando y le he hecho socio, se lleva en todo un porcentaje.
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