Cuando llegó el frío de verdad cada cual se las apañó como pudo, siempre según posibilidades. Todos se abrigaron más y mejor, recurrieron a gorros de lana, a bufandas generosas y calzado de gruesa suela para no sentir la temperatura helada del suelo. Luego la gente pudiente templaba confortablemente sus casas, mientras los pobres toreaban como podían la escasez de recursos. En la entrada de la escuela un grupo de padres y madres contaban sus cuitas: Yo tengo calefacción eléctrica y solo la enciendo en la habitación de los niños. El gas ha subido mucho y a mí me da para dos horas diarias... Yo me ducho en el polideportivo... Todos vemos la televisión debajo de una manta... Por lo menos los críos están calientes en las aulas... Un padre allí presente, cerró los lamentos con una frase rotunda. Nosotros pasamos el tiempo en la cama con tres mantas encima y acabamos con el frío. No se dieron por convencidos los demás. Sabían que tenía nada menos que seis hijos.
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