Llevaba ya dos semanas con el horario de invierno y no se acababa de acostumbrar a que anocheciera tan pronto. Eran ya las 18:00 h. y sentía ganas de entrar en casa y esperar a que el sueño lo mandara a la cama. Eso de que no sigamos el horario solar, protestó para sus adentros, no me gusta; me han dicho que se acaba, pero otro año más igual. Taciturno dejó el trabajo y se encaminó hacia su barrio. Por el camino se topó con un mendigo que le pidió dinero para pilas. Es que las necesito para ver el camino de regreso a mi tugurio. ¿Dónde está? Bajo el puente de la autopista, Tengo que pasar por detrás de la comisaría, ya sabe, sin molestar ni hacer ruido. Ya. Le dio 5€. Tienes también para un café, le dijo. Y sin más enredos trató de acabar el día. Al amanecer, por supuesto sin aún haber salido el sol, se levantó y mientras se aseaba y desayunaba escuchó la radio. Un sintecho que merodeaba por la valla de la comisaría del Distrito 2 fallece de un disparo. Caminaba con una potente linterna e hizo caso omiso a las indicaciones de los agentes. ¡Vaya! No dijo más, ni en casa ni en el trabajo. Pero le amargaron el día y se olvidó ya del horario de invierno.
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