14 nov 2022

Picarescas de toda la vida

Eran los años sesenta cuando aquel irlandés voluntarioso se acercó a la barra del bar y cumplió el mandato de su novia. “Dos vinos, por favor”, fue lo que dijo con una dicción que no ofrecía dudas de su poca pericia en el idioma en el que se empezaba a estrenar. Cuando el tabernero se los puso en el mostrador le dijo alto y claro: “Seis pesetas”. Pagó exitosamente y salió al exterior con los dos trofeos, mientras la novia sonreía satisfecha. ¿Cuánto te han cobrado? Respondió y apenas le dio tiempo a ver cómo su chica entraba en ignición, conste que algo más que cólera, y volaba como un dron hacia el bar a echar la bronca al tabernero descarado. ¡Le has cobrado el doble! El tabernero optó por el camino del medio y avisó de que era una broma, que era para que aprendiera antes... Nadie se lo creyó, sí, pero el irlandés puso más empeño que nunca en entenderse con aquellos pícaros hosteleros. Todavía estoy en terreno enemigo, pensó. 

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