Manolo, el taxista, reconocía que él era muy sumiso y llevadero en casa, vamos, que hacía más o menos siempre lo que su mujer le pedía. Está claro el porqué, le comentaba uno de los amigos entre grandes carcajadas de toda la peña. Eso te pasa por casarte con la mujer que da voz al GPS que usas en el taxi.
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