Tú serás alguien el día de mañana, le decía el abuelo. Llegarás donde quieras, insistía su padre. Jugarás en primera, profetizaba su hermano. Su hermanita, le recordaba que era muy guapo y que no le faltarían pretendientas. Su mamá se reconfortaba con frases como “menos mal que no has salido al padre, qué alegría” y la abuela reconocía que era el nieto más cariñoso de todos. El caso es que el muchacho crecido entre tantos elogios se olvidó de engrasar los mecanismos de la frustración y acabó tumbado en la lona la primera que vez que se vio reflejado en el espejo del fracaso. Menos mal que a la hermanita se le ocurrió motivarle con un “tú serás el primero que supere esta depresión”. El muchacho le miró directamente a los ojos, sonrió mustio y se levantó. Menos mal. Hoy es un hombre más realista.
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