7 ene 2022

Alianzas que hicieron la historia

El grupo familiar se asentó en la orilla del rio. Un hombre se puso a pescar y dos mujeres hicieron acopio de agua y leña. Un anciano, el que entendía el fuego, prendió una hoguera y la estuvo azuzando todo el tiempo. En la otra orilla apareció un joven ajeno al grupo. Todos se pusieron en guardia, pero se tranquilizaron viendo que llevaba un venado al hombro y que pedía permiso para acercarse. Vadeó la corriente, saludó inclinando la cabeza y se acercó al fuego. En un santiamén despellejó el corzo, lo empaló y lo colocó sobre las llamas. La piel se la dio a una anciana, los cuernos al curandero y se inventó un juguete que regaló a la chavalería para que jugaran un rato, era la vejiga del animal muerto hinchada a modo de balón. Un precursor, aunque no se sabe de qué deporte. Al final todos comieron varios peces requetetostados y un venado sabrosísimo. La anciana, que ya estaba curtiendo la piel, le dio un codazo al curandero que estaba entretenido en tallar los cuernos, éste propinó otro golpe al hombre que atizaba el fuego y que se lo transmitió al jefe que no dejaba de roer un hueso, el siguiente codazo fue para su mujer y, ésta, dándose por aludida, cogió de la mano a su hija adolescente y se acercó al visitante. Los ojos se le abrieron desmesuradamente y le colocó un collar de dientes de jabalí que él llevaba al cuello. Y desapareció por donde había venido. Una semana más tarde reapareció con un ciervo a sus espaldas. El jolgorio que acompañó la escena desembocó en una fiesta que sirvió para sellar una alianza entre aquellas gentes que sabían que contaban con un nuevo miembro de mucho talento. Pena fue que el anciano que aventaba el fuego dejó su espalda dolorida y ya no desempeñó aquella labor por más tiempo. Pero daba igual, porque el joven cazador, con la ayuda de su nueva esposa, le suplían sobradamente.

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