8 dic 2021

Desnaturalización

La gallina Turuleca estaba entrenada para dar espectáculo. En cuanto los conocidos payasos iniciaban la canción, ella misma se plantaba en el centro del escenario y agitaba las alas al compás de la música haciendo vistosos círculos frente a los espectadores que, por cierto, quedaban cautivados y pedían siempre un bis. El colmo era cuando, muy de vez en cuando, depositaba un huevo en el proscenio que luego era sorteado, no subastado, entre el público asistente. El caso es que la gallina Turuleca un día se perdió. Se extravió parte del equipaje en un vuelo y quedó cautiva en el aeropuesto de una ciudad cuyo nombre ella nunca supo. Un empleado honrado, viendo sus penurias y sin saber su valor intangible, la liberó. Literalmente, la dejó en un descampado donde no tuvo más remedio que buscarse la vida. Ella siguió con su modus operandi. Se plantaba delante de un grupo concurrido de humanos y ejecutaba su baile esperando que le dieran de comer. Pero de nada sirvió, porque tuvo que aprender a correr huyendo de lo que luego supo eran depredadores de verdad. Encontró un gallinero acogedor y un gallo que se ofreció a protegerla. Así aprendió de verdad el oficio de gallina campera y picasuelos. Y le fue mejor. Supo vivir como sus congéneres y a los tres meses consiguó poner de nuevo un huevo rosadito y hermoso. Esto es vida, de verdad, se le oyó decir. 

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