13 dic 2021

Confidencias a calzón quitado


Coincidieron un buen día tres viejos amigos que se encontraban en la plenitud de la vida. Tras muchos años sin verse tocó hacer confidencias, tanto de los éxitos como de los fracasos. Cuando finalizaron esos dos importantes capítulos de sus historias respectivas llegó el momento de la sinceridad y de filosofar sobre la vida. Todos afirmaron que eran felices con sus esposas, hijos, trabajo y amigos. Más complicado fue responder a la pregunta que lanzó uno de ellos. ¿Qué es lo que más satisfacción te ha dado? Se miraron a la cara en silencio y asintieron con la cabeza cuando uno de ellos señaló la foto familiar que colgaba de una pared. E hicieron lo mismo cuando el labrador señaló su hacienda cuidada y productiva como sólo un hombre amante de su vida puede tener. Para mí la azada ha sido imprescindible, dijo el labrador. Yo veo que los pinceles son mis únicos y necesarios instrumentos, aseguró el pintor. Yo no sería nadie sin un lápiz, juró el escritor. Todos concluyeron que era muy razonable las muchas cosas que habían comentado y se despidieron contentos de sentirse felices y de disfrutar de su amistad. Y así pasó un buen tiempo hasta que tuvieron ocasión de coincidir de nuevo. Y retornaron las confidencias. Todos aseguraron que seguían felices, aunque con los hijos mayores y la vejez llamando la puerta tenían que luchar por ella con ahínco. El escritor que no había olvidado del anterior encuentro de nuevo preguntó por la razón de su satisfacción. En las respuestas de nuevo mencionaron la familia, la salud, la prosperidad, los amigos y... Cada vez tengo menos energías, dijo el agricultor, y lo resuelvo con amor propio. A mí me falla la inspiración, se quejó el pintor, pero lo resuelvo con experiencia y oficio. A mí me faltan lectores, contó el escritor, debo ser un aburrido. Así que lo resuelvo escuchando mucho a la gente. Pasado no mucho tiempo les visitó la muerte y encontraron huecos en sus vidas. Dentro de poco pasaré a formar parte de la tierra que tanto he trabajado, admitió el labrador. Habrá gente que se preguntará quién fue el nombre que se esconde detrás de un libro, confesó el escritor. O detrás de un cuadro colgado en sitios donde nadie repara, se consoló el pintor. Todo pasa, dijo uno. Nada queda, dijo el otro. Que nos quiten los bailado, terció el más optimista.

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