Fue un combate feroz y despiadado en el que volaron los insultos como dardos directos al corazón, los reproches mutuos desbordaron la capacidad de aguante y la ira se desbocó por los dos bandos. La ruptura se impuso como solución y cada cual buscó su rincón donde lamer y restañar las heridas. En el inicio de todo estaba un hecho simple, tonto e insípido que no merece ser contado. La letanía de reproches fue interminable y acabó como un volcán en erupción quemando tanto terreno que hacía imposible pisar suelo amigo. Cuando días más tarde cada cual por su lado consiguió apaciguar su ánimo y pudieron mirarse a los ojos, hablaron con voz queda. Tienes muchas imperfecciones. Tenemos. A veces me decepcionas. Nos decepcionamos. Me siento desvalorizada. Nos sentimos. Veo que me exiges la perfección imposible. Vemos lo mismo. A mí me falta calma y madurez. Y a mí también. Un día más tarde ya se dieron un beso.
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