El tío Machuca tuerce el morro mientras consulta la prensa en su móvil. Leo que los talibanes mataron a cuatro delincuentes, que los exhibieron en una plaza pública y que finalmente los colgaron de una grúa en diversas plazas de la ciudad de Herat. El abuelo Simón le mira fijamente sin articular una palabra. El ministro de Prisiones, continúa su amigo, considera que son prácticas sumamente necesarias por razones de seguridad y por su efecto disuasorio. Además, este señor, el mulá Nooruddin Turabi, que dirigió el Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio en otra época, dice que siguen la doctrina del Islam basándose en el Corán. El abuelo Simón calla y pierde la vista en el horizonte. Y el Tío Machuca piensa en voz alta. ¿Cómo puede haber un dios que mande matar a seres humanos? ¿Te imaginas un ministerio así en tu país? Se hace el silencio durante un buen rato. Finalmente el Tío Machuca se impacienta y suelta un reproche. ¿Esta va a ser la primera vez que no hablas en una historia de Juan Badaya? Finalmente el aludido contesta. La Santa Inquisición hacía lo mismo... y quedan seguidores, no lo olvides. O que se lo pregunten a los cátaros o albigenses, o... ¿A dónde quieres llegar? Pues a que así acaban con los malvados, no con la maldad que, lo mires por donde lo mires, ellos mismos practican...
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