El veterano maestro estaba en un momento pleno de inspiración pedagógica. Fijaos y pensad un poco, mis buenos estudiantes. Así fue la historia, o la prehistoria, explicaba. Primero se inventó la rueda, luego el carro, seguidamente se descubrió cómo servirse de él en el transporte y, obviamente al final, un inventor prudente, descubrió el freno. Con aquellas bases tecnológicas, fue fácil hacer cómplices necesarios a los asnos y caballos. Pero hubo otros individuos contingentes y necesarios, por ejemplo, el que inventó las riendas, la aguijada para espolearles, los aparejos para el carro, los abrevaderos en el camino, las posadas y, si os ponéis a pensar un poco, fue importante, contingente y necesario hasta el que inventó las interjecciones ¡arre! y ¡so! A aquel señor maestro le puso los pies en el suelo Juanito. Señor maestro, le dijo, todo eso no hubiera existido si alguien no inventa antes las piedras, la madera y hasta la hierba.
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