Enrique Alfonso Estanislao Rodrigo de la Dehesa Grande y Rincón de Argoños recibió una petición formal de la autoridad competente en la que se le pedía que simplificara legalmente su nombre y apellidos dado que no cabía en el formato estándar de los documentos oficiales. Argumentaban que así simplificaría la relación con la Administración y así también evitaría problemas presentes y futuros en, por poner algún ejemplo, con Hacienda, en los aeropuertos y hasta en la sanidad. La familia se sintió ofendida y se reunió para tomar una decisión al respecto. Los tuyos son nombres que rinden honores a nuestros antepasados, los 4 bisabuelos, decían unos. Eres Argoños, aseveraban otros. Y no menos eres un Dehesa, se oía en la sala. El hermano pequeño, que ya se olía el temporal que se avecinaba en su vida, dio el argumento más obvio. Todos le llamamos Kike, ¿no? Pues le ponemos eso en el Registro. La que se armó. Nadie quería renunciar a ninguna de las señas de identidad genealógica que llevaba sobre sus hombros el bueno de Enrique Alfonso Estanislao Rodrigo de la Dehesa Grande y Rincón de Argoños. Y ahí y así quedó la cosa. El abuelo paterno le consoló explicando que con aquellos apellidos daba más confianza a los bancos a la hora de conseguir hipotecas. El abuelo materno tiró por otro línea. Serás, le dijo, más interesante para las chicas, ya verás qué bien. Su hermanito, sin embargo, se quedó temblando. El compartía los mismos apellidos y llevaba otros 8 nombres más por delante, todos los tatarabuelos juntos.
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