11 ago 2021

Huyendo de guerras

Mi abuelo Juan Badaya contaba de un tío abuelo que, harto de las guerras del S. XIX, emigró a América. Explicaba que se libró por los pelos de Napoleón y le tocaron de lleno dos guerras carlistas por el trono de España. Contaba que su tío abuelo no entendía que por defender a un rey hubiera que matar a sus súbditos, y menos a él. Así que durante la larga travesía se informó bien de qué país había en aquel entonces en el que no hubiera ni reyes, ni vasallos, y optó por acabar en México. Mi abuelo Juan Badaya se reía al llegar a este punto del relato. Porque, explicaba, pinchó en hueso. En México se encontró con que entre 1864/67 la Junta Provisional de Gobierno mexicano instauró la monarquía ofreciendo el trono del país al emperador Fernando Maximiliano de Habsburgo, un subordinado de Napoleón y familia. Menos mal, que solo duró 3 años, porque si no el tío se vuelve para acá. Pero no te lo pierdas, en su vejez escribía que no había país con más revueltas que la República de México. Le tocó sufrir la guerra con Estados Unidos, varios golpes de estado, y murió en plena Revolución de Pancho Villa. Y en este punto, el abuelo se ponía serio. ¿Qué se esperaba aquel hombre? ¿Acaso puede haber un lugar más tranquilo que Sendadiano? Yo asentía, mientras la campana del reloj de la torre de la iglesia hacía sonar dos campanadas. Abuelo, le dije, vamos a comer...

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