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Es cierto que detrás de cada ser humano se esconde una historia, pero no es menos cierto que a cada persona le acompañan otras muchas más historias, tantas cuantas dinosaurios encuentra en cada despertar...
2 jul 2021
Un faro en Madagascar
En
el extremo norte de la isla de Madagascar había un faro, en el faro
una lámpara que disparaba centellas de luz y a su vera un humilde
farero que se encargaba de su mantenimiento. Haja Velorinina era
pobre, porque recibía un sueldo escaso y hasta miserable. Pero hizo
de su miseria virtud y consiguió unos ingresos extra que le ayudaron
a sobrevivir. Nada más y nada menos que regalaba luz. Así, tal como
está dicho. Alrededor de las 18:00 horas, hora arriba hora abajo,
anochece en El
faro de Cap d'Ambre (también llamado Tanjona Babaomby). Y
en aquellos años no todo el mundo disponía de luz artificial. El
farero astuto abría la cancela que permitía acercarse al faro a
cuantos querían leer, coser, pintar, arreglarse el cabello, crear
artesanías, escribir, etc. Y de paso se dejaba regalar algo de lo
que allí se cocía. No le faltaron alimentos, ropas, utensilios,
conversaciones, ni amigos. Aquello llegó a ser todo un centro
cultural que dinamizó el entorno. Cuántas veces oí contar a mi
abuelo que él y mi abuela aprendieron a leer a la vera de aquel faro
que se
encuentra en el extremo noroeste de Madagascar,
en el Océano Índico, a unos 60 km de la ciudad de Antsiranana y a
790 de la capital del país, Antananarivo.
Valga
esta historia como homenaje y sentido recuerdo de Haja Velorinina.
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