11 jun 2021

Supervivencia vegetal

Las hojas de la higuera son las más tímidas de mi jardín. Lo digo, porque el árbol aún permanece desnudo en plena primavera, mientras los nogales, manzanos, ciruelos, cerezos, perales, etc., están vestidos mucho mejor que la Eva que paseaba su cuerpo serrano por el mítico Paraíso. El otro día me acerqué a preguntar cuál era la razón. Una hojita que lleva tres semanas estirándose a menos velocidad que un caracol despistado me lo explicó. No nos metas prisa, tienes que ser más inclusivo y aceptarnos tal como somos. ¿Por qué? En la última asamblea de afectados de cooperativistas de esta higuera analizamos la situación y vimos por qué los de la higuera estamos en desventaja. Tenemos raíces audaces y atrevidas, tenemos nutrientes de sobra y agua a nuestro alcance, el sistema vascular funciona bien, pero las hojas, sin embargo, sufrimos falta de suministros y, aquí se detuvo para enfatizar sus palabras, hay un problema de equidad. ¡Tenemos un déficit de insolación que nos dificulta la fotosíntesis! ¿Es por mi culpa? Sí, por supuesto. Pusiste un avellano, un ciruelo, un castaño, un roble y un acebo que nos acosan y acaparan todo el sol. Y ¿qué remedio hay? Los talas. No, jamás. Pues que sepas, nuestras raíces se extenderán por el subsuelo hasta acaparar con avaricia toda la humedad y minerales del suelo. Entonces sabrán los demás árboles qué es ser ninguneados. ¡Manda narices, esto es pura lucha por la supervivencia!, exclamé ¡Ja! La hojita humilde se mostró tajante. Aquí funciona el principio clásico del bosque, apréndetelo: Arbor arboribus predator est. Me quedé sin habla. No por aquel latin macarrónico, sino por la lucha subterránea y despiadada que hay siempre en el bosque y, lo reconozco, hasta en mi modesto jardín. Volví a mi hamaca lleno de pesadumbre e hice como que dormitaba mientras rumiaba lo acontecido. 

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