14 jun 2021

Mente aguda

La patrulla de policía tuvo que atender aquella noche una denuncia por robo. Acudió al domicilio de don Sinándromo Darias, un empresario que vendía Cajas Fuertes Homologadas, como decía en su tarjeta de visita. ¿Cómo es posible, preguntó un oficial, que se hayan llevado la caja fuerte integrada y de alta seguridad que usted tenía? Tenía, claro, tenía. Se han llevado, explicó, la caja y un cacho de pared. Todo lo han tirado por la ventana, desde un séptimo piso, y que sepa usted, la caja ni se habrá deformado. ¿Ve los ladrillos en la acera? Bien, bien. Tomaremos huellas y haremos inventario de los objetos robados. ¿Joyas? Doña Danila del Arpegio, la esposa, confesó que no echaba de menos ninguna de sus joyas. ¿Lo ha comprobado bien? Sí, dijo orgullosa, todas están en su sitio en el cortinón de la sala. Entonces explicó que ella guardaba sus efectos en unos bolsillos disimulados entre los pliegues de la gran cortina que cerraba el ventanal del salón. Como además también tengo visillos, el escondite es indetectable. Ya, dijo el oficial, comprendo. Creo, añadió, que el I+D en la empresa lo debería poner siempre usted. Don Sinándromo puso cara de no entender la frase y doña Danila sonrió pizpireta.

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