28 jun 2021

Pensamientos profundos

Un día Poseidón se despertó, se miró en el espejo de las aguas calmas de un lago y dicen que exclamó malhumorado algo así como ¡oh dioses, la belleza ya no me hace compañía! E hizo inmediatamente propósito de mejorar su imagen. Dejó crecer sus cabellos plateados, su barba nívea y adoptó una pose acorde paseando sobre los mares y aguas de la Hélade transportado en un carro tirado por blancos caballos y enarbolando un tridente plateado. Así se lo encontró, una mañana soleada entre las olas del Egeo, su esposa Anfitrite que se quedó sorprendida por la nueva imagen del dios que agitaba las tierras y los mares. Ante las prosaicas explicaciones que le dio su marido, dicen que dijo algo así como que el problema que sufres, oh divino esposo, no es de fealdad repentina, no. Lo que ocurre es que eres ya viejo. Ni que decir tiene que el dios que era tenido por una gran domador de caballos y salvador de barcos sufrió un tremendo ataque de melancolía que lo dejó hundido durante mucho tiempo en las profundidades del mar. Aquellas palabras de la ninfa Anfitrite, madre de Bentisicime, Tritón y Cimopolea, fueron pronto conocidas en todo el olimpo de los dioses y fueron tenidas como un principio que perdura en nuestras mente hasta el día de hoy. Séase, que belleza y juventud caminan de la mano.

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