Tensó el arco, sujetó la flecha, apuntó, cerró los ojos por puro miedo y soltó el venablo. Oyó cómo surcaba el aire y como partía la manzana colocada en la cabeza de su hijo. Cuando alzó los párpados aguantó una mirada airada, muy airada.
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Es cierto que detrás de cada ser humano se esconde una historia, pero no es menos cierto que a cada persona le acompañan otras muchas más historias, tantas cuantas dinosaurios encuentra en cada despertar...
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