9 abr 2021

Cuitas de un vasallo

Durante muchos años he sido el guardián del estanque del palacio del emperador de la sexta dinastía Liau, Jun Lan Liau. A mi señor le encanta ver reflejada la luna llena en las limpias aguas del lago. Mi obligación ha sido siempre que la superficie permaneciera limpia, quieta y calma cuando aparecía la luna. Yo tenía que impedir que los patos o las alimañas dañaran aquel espejo. O incluso el viento. Y a fuer de sincero tengo que admitir que lo logré durante muchos años. Salvo en una ocasión. Ocurrió que el perro de aguas de su majestad la emperatriz se acercó a media noche a la laguna e hizo ademán de bañarse. Yo tenía prohibido tocar al animal, así que lancé suavemente una piedra para que se asustara y huyera, con tan mala suerte que le aticé en medio del hocico y el can salió corriendo y ladrando lastimosamente. La pareja imperial presenció la escena desde la terraza y se enojó conmigo, tanto que desde aquella misma noche estoy en prisión, a espera de sentencia, en una celda que me deja ver un trozo de cielo. Sé por mis guardianes que la emperatriz me desea lo peor, pero que gozo de algún favor del emperador, Jun Lan Liau, porque pidió expresamente para mí esta celda. Me dicen que no entienden esta prebenda. Y creo que yo sí la entiendo. En primer lugar, porque desde la ventana, que da al sur, cubro un frente limpio y sin obstáculos de este a oeste, por lo tanto yo también veo la luna muchas noches en todo su esplendor. Y en segundo lugar adivino que el emperador debe padecer ataques de celos con el can, por lo que premia mi puntería con un destino benigno. Espero ser pronto liberado y volver a mis quehaceres.

_______


No hay comentarios:

Publicar un comentario