Cuando
nació mi hermana Lola, mi madre no paró de gritar. Unos años más
tarde me enteré que aquello fue un parto y que siempre ocurre con
dolor. Pero como yo entonces era un niño no entendía las cosas de
ese modo y pensé que todo era culpa de mi hermana. Así que la odié
con toda mi alma desde el primer día de su existencia. Mira,
pensaba, que hacer sufrir a mamá. Para vengarme ensayaba con la
pobre Lolita toda clase de torturas. Hasta que me pillaron. ¿Quién
pone sal en el chupete? La pregunta era retórica, porque sólo podía
ser yo. Me confesé con mi madre. Me apretó contra su pecho, se rio
mucho y me dio un beso muy largo y ruidoso. Lolita se puso a llorar,
estoy seguro que de celos. Desde entonces, me dediqué a fastidiarla
provocando los besos más sonoros que mi madre nunca más habrá dado
en su vida.
________
No hay comentarios:
Publicar un comentario