14 ago 2020

Confesiones de un hombre feliz


Desde que me explicaron siendo un niño qué era, siempre he querido ser un parásito, de esos que se coloca sobre su huésped, vive como un marajá y pasa desapercibido. Pero no me dieron oportunidad. Quise vivir de okupa en casa de mis padres, pero no fue posible. Alguna vez pensé hacerme político profesional y chupar del erario público, pero no es tan cierto eso de que se pueda vivir sin hacer nada, así que abandoné la idea. Solo me quedaba tener un título nobiliario o una herencia millonaria y eso, no es que me dé pena, tampoco ocurrió. El caso es que, llegado ya a una cierta edad, repaso mi historia y sí es cierto que he vivido siempre siendo un puro parásito de la felicidad. Yo he hecho lo que me correspondía, trabajar, holgar, querer, sufrir... Pero siempre he cabalgado a hombros de la felicidad. ¿No es eso ser un parásito? En el mejor sentido, claro.
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