13 jul 2020

Segunda oportunidad






Erase un país al que asoló una pandemia surgida por sorpresa en el siglo XXI por culpa, dicen, de unos murciélagos distraidos que dejaban caer los virus descuidadamente. Aquel país fue pillado desprevenido y sin recursos, así que apeló a la heroica e hizo trabajar a sus sanitarios más por orgullo y profesionalidad que con medios eficientes. Las consecuencia fueron tremendas y tristes y acabó como el rosario de la aurora, tirándose el gobierno y la oposición los trastos a la cabeza, eso sí, siempre con poca puntería. En fin, sin entrar en profundidades, quiero dejar constancia que un hecho curioso: Un subdirector del Ministerio de Sanidad, encargó con retraso la fabricación y compra de dos billones de mascarillas a una empresa milagrosamente no deslocalizada. Ni que decir tiene que saturó el mercado y muchas quedaron sin uso, porque con el tiempo desapareció la pandemia. Pero la oposición no se quedó callada e incomodó al ministro con aquella compra excesiva. Pero fue peor cuando los partidos opositores oyeron la respuesta del ministro. Que sepan, explicó, que este ministerio ha decidido que el excedente de mascarillas sea usado, tal como sugiere un estudio de la Universad de Cannes, apréciese la ironía, como compresas perrunas y así evitar que los excrementos queden abandonados en las vías y parques urbanos. Y añadió, será un uso más digno que el previsto, sobre todo si se hubieran destinado a estar en su faz, señores. Alguno tuvo que mirar en el diccionario. Pero ¡la que se armó!

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