Erase
un país al que asoló una pandemia surgida por sorpresa en el siglo
XXI por culpa, dicen, de unos murciélagos distraidos que dejaban
caer los virus descuidadamente. Aquel país fue pillado desprevenido
y sin recursos, así que apeló a la heroica e hizo trabajar a sus
sanitarios más por orgullo y profesionalidad que con medios
eficientes. Las consecuencia fueron tremendas y tristes y acabó como
el rosario de la aurora, tirándose el gobierno y la oposición los
trastos a la cabeza, eso sí, siempre con poca puntería. En fin, sin
entrar en profundidades, quiero dejar constancia que un hecho
curioso: Un subdirector del Ministerio de Sanidad, encargó con
retraso la fabricación y compra de dos billones de mascarillas a una
empresa milagrosamente no deslocalizada. Ni que decir tiene que
saturó el mercado y muchas quedaron sin uso, porque con el tiempo
desapareció la pandemia. Pero la oposición no se quedó callada e
incomodó al ministro con aquella compra excesiva. Pero fue peor
cuando los partidos opositores oyeron la respuesta del ministro. Que
sepan, explicó, que este ministerio ha decidido que el excedente de
mascarillas sea usado, tal como sugiere un estudio de la Universad de
Cannes, apréciese la ironía, como compresas perrunas y así evitar
que los excrementos queden abandonados en las vías y parques
urbanos. Y añadió, será un uso más digno que el previsto, sobre
todo si se hubieran destinado a estar en su faz, señores. Alguno
tuvo que mirar en el diccionario. Pero ¡la que se armó!
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