7 feb 2020

Infabilidad

Un picorcito incómodo empezó a irritar la nariz del Papa Clementino XVI. Se hurgó el orificio nasal con cuidado y no pudo detener la molestia que fue in crescendo hasta llegar al estornudo. Su médico personal le pidió previamente que cerrara los ojos. Es que si no, se le saltarán, Santo Padre. El pontífice quedó tan agradecido que al día siguiente publicó un edicto, "De conservatione oculis meis", que obligada a todos los creyentes a estornudar con los ojos cerrados. Alguno no hizo caso y, aunque le costó lo suyo, no perdió la vista. Pero sí un poco la fe.
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