Don
José era un sacerdote poco pedagógico. Nos quiso explicar en la
catequesis una cosa que él llamaba transustanciación y que
consistía en que él decía unas palabras mágicas y una hostia se
convertía en el cuerpo de Cristo y el vino del cáliz en la sangre
del mismo señor. Claro, puso el ejemplo extendiendo las manos encima
de una botella de agua de Solares y pronunciando eso de que "ésta
es mi sangre". Manolito, que ya entonces era muy cabroncete, se
lo hizo notar y don José se azoró. Nos explicó que eso sólo
ocurría en el altar, durante la consagración, en misa. Pero ahí
volvió a atacar Manolito. Si el sacerdocio imprime carácter
indeleble, no se pueden suspender los poderes mágicos nunca, así
que el agua de la botella está transustanciada ya. Don José se puso
nervioso y dijo que tenía mucha sed. Vació la botella
atropelladamente y casi se ahoga. Yo creo que estuvo meando toda la
noche, porque era botella grande. Luego supimos que aconsejó a la
madre de Manolito apuntarle a clases de dibujo, así que no le
volvimos a ver más en catequesis. ¡Qué pena de amigo! Era muy
listo y acabó descarriado por culpa de las sustancias opiáceas. Ése
sí que acabó transustanciado.
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