En
Caravacas de Arriba los vecinos explotan las riquezas del monte por
igual. Todos los años se reparte un cupo de leña para cada vivienda
con chimenea y todos los inviernos combaten el frío con los fogones
de sus casas o hacen carbón para vender o aprovechan las cortezas de
las encinas corcheras. En Caravacas de Abajo miden el uso del agua de
riego con equidad, distribuyendo un cupo similar para cada uno de los
hortelanos de la vega. En ningún caso dejan que nadie se propase, ni
acumule más de lo que corresponde. Si uno vive mejor que los demás
es porque no está bien repartido, suelen decir los de arriba y los
de abajo. Es una convicción arraigada.
Pero
los de Caravacas de Enmedio no son del mismo pensar. Ellos no tienen
derecho a explotar el monte y su arbolado, ni tienen regadíos que
aprovechar, que viven a lo largo de la carretera. Así que se han
dedicado a montar negocios. Regentan tabernas, llevan comercios y,
dada su ubicación estratégica, concentran los servicios sanitarios,
educativos, administrativos, culturales y ocio, bancarios, etc. de
todos los caravaqueños. Naturalmente es el núcleo más próspero de
la zona y el peor visto. No faltan las quejas. Son todos unos
señoritingos que no saben trabajar en el campo, dice fulano. Y unos
aprovechados que nos quitan el dinero de las manos, añade mengano.
Saben vivir sin trabajar y encima tienen tela, remata zutano. Nos
roban, concluye perengano.
Ante
tanta unanimidad se ha montado una corriente de opinión muy adversa
que, sin embargo, no puede acabar con el actual estado de cosas, pues
tanto los caravaqueños de Arriba como de Abajo no pueden prescindir
de los de Enmedio. Y para colmo, los jóvenes están abandonando los
bosques y los regadíos y se empiezan a asentar en Caravacas de
Enmedio, actual capital de los caravaqueños. La sociedad civil está
confusa, temen por el futuro que ven inseguro con tanto joven
desertor. Saben de sobra cuál es la causa, el porqué del cambio.
Pero, es curioso cómo lo explican. Es el diablo, el comunismo y la
ideología de género que pudre nuestras almas, se quejan unos, es el
calentamiento global, argumentan otros, es el Internet que nos
trastorna, rezongan los demás... Mejor con Franco, remata el más
tonto del pueblo. Para qué seguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario