6 dic 2019

Sabueso perspicaz

El escritor novel, después de dar muchas vueltas en la cabeza a la idea, consiguió escribir una historia. Hablaba de un novato que quería presentar un texto a un concurso y que, como se le echó el tiempo encima, llegó fuera de plazo. Tal fue su desespareción que decidió tomárselo a la tremenda y planeó suicidarse a las 8:30 de la mañana del día siguiente tirándose desde un puente muy alto a un torrente furioso que pasaba por su ciudad. Por lo menos, escribió en la última frase, sentiré las caricias del aire cuando descienda en el vacío. Su madre, poco ducha en estas cosas de la creación, fisgó en pantalla el escrito y se lo tomó tan en serio que llamó a la policía para que pusieran freno a aquel intento. El sargento Pedrosa, que se hizo cargo del caso, lo arregló fácilmente con una llamada telefónica que realizó delante de la madre. Manuel Marrodán, preguntó, ¿me explicas dónde hay un puente muy alto en nuestra ciudad? Es que estoy recogiendo información para un tríptico turístico. ¿Puente? Si esta ciudad es llana como la palma de la mano... Vale, vale, perdone, perdone. El sargento cortó la llamada, se encogió de hombros y sonrió. ¡Ay! No me diga más, qué susto me he llevado, son cosas de madres aprensivas.
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