13 dic 2019

Acto de contrición

Caminaba por la acera con paso acelerado, esquivando viandantes, arbolado, mobiliario urbano y hasta semáforos. Me puse a la altura de una furgoneta aparcada que tenía las luces de freno encendidas. Justo al pasar, éstas se apagaron e interpreté que la puerta del conductor se iba a abrir. Con ánimo de protegerme del golpe me fijé en los movimientos de quien iba al volante. Era una chica que se molestó por mi curiosidad. ¿Qué miras? Todos los hombres sois iguales, me acosas con tu mirada. Me quedé perplejo. Perdona, me disculpé, pensaba que ibas a abrir, porque... Creo que la convencí y hasta inició una disculpa. Es que hay cada uno... No te preocupes, soy inofensivo, sobre todo con una chica tan guapa como tú. Ahí, reconozco, la cagué. Porque se le encendió el rostro y me largó una perorata, aliñada con improperios que no voy a contar. A partir de ese momento me convertí en el hombre invisible.
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