La
reina de la casa era una niña de 4 años, ágil de pensamiento y
alegría desbordante. Le anunciaron el nacimiento de un hermanito y
pronto asumió el papel de madre y maestra del pequeño. A la hora de
poner el nombre exigió hacerlo a su gusto y los padres accedieron.
No hubo problemas en el Registro de Nacimientos del lugar. Lo que no
sabemos es si el niño pedirá en el futuro alguna explicación o
exigirá un cambio de identidad, porque va a haber, seguro, mucho
arrepentimiento en la familia. Es de esperar. El niño se llama, al
día de hoy, Pumuki.
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