1 nov 2019

Aires de tragedia

El día se presentó soleado y calmo, invitando a los bañistas a adentrarse en el mar. Las niñas nos subimos al bote de plástico que poco antes había hinchado nuestra madre y remamos cerca de la orilla durante un buen rato ante la atenta mirada de nuestra progenitora. Pero ocurrió algo inesperado, se desató una galerna repentina. Fue un violento golpe de viento que azotó las aguas hasta convertirlas en una trampa mortal. Mi hermana y yo remamos con ganas para llegar a la playa, la embarcación se adentró más aún en la bahía, perdimos los remos, quedamos a merced de los elementos, mi madre gritaba despavorida... Entré, mejor dicho, entramos en pánico, nuestros lloros ya ni se oían. Me vi muerta, perdida, ahogada. La barca volcó y creo que se la tragó el mar. Mi hermana y yo, a punto de perecer ahogadas, braceamos desesperadas y, oh sorpresa, el agua solo nos llegaba hasta las rodillas. Unas manos nos asieron y nos pusieron a salvo. Era mi madre que había entrado en el mar para rescatarnos. Del bote ni rastro y algo parecido ocurrió con la sombrilla, las toallas y el libro que leía mi madre. Qué más contar, soy, mejor dicho, somos unas supervivientes en toda regla.
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