12 jul 2019

Memoria histórica

Fulano de Tal se compró un aparato que detectaba la presencia de metales. Era cuestión de pasarlo por el suelo y esperar a que soltara un pitido. Si el metal oculto era grande o pequeño sonaba más o menos agudo. Al principio, Fulano de Tal encontró chatarra, monedas y poca fortuna. Pero un día se hizo muy famoso y apareció en todos los periódicos. Encontró en una cuneta una bala, para más señas, alojada en un cráneo que, por más señas, pertenecía a un personaje local desaparecido en la guerra y que, luego se supo, había sido sumariamente ejecutado. Pronto pusieron nombre y apellidos a los restos y se le rindieron los honores mínimos que un ser humano se merece. Como dijo el alcalde en un acto oficial, reparación, justicia y verdad. Fulano de tal, sorprendido y asustado por el revuelo y trascendencia de su inocente actividad, miraba a su aparato sin entender mucho. Eso de hacer aflorar la memoria triste de una guerra no le gustaba. ¿Para qué enredarnos con cosas del pasado? Y justo en aquel momento el artilugio detector de secretos comenzó a soltar un agudo pitido que desconcertó a Fulano de Tal. ¿Estaré equivocado? ¡Pi, pi, pi!, insistía el detector.
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