Siempre
me han gustado los cambios de rasante. Eso de avanzar en un coche y
ver el horizonte recortado en una elevación de la carretera sin
saber qué es lo hay al otro lado, me mola. Además, si llevas una
buena velocidad, el coche da un saltito y sientes cómo vences por un
instante a la Ley de la Gravedad que nos tiene obligados a ir pegados
al suelo. Una gozada. Es lo que echo de menos de la vida, porque
sabemos qué nos va a ofrecer de un día para otro. Yo quiero vivir
sin saber qué hay en el día después o en la noche que se avecina,
o en la persona que se me acerca o en la ventana que abro cada
mañana. Ya lo sé, sé que soy un insustancial, que ya me lo decía
mi madre, ¡Juanito, a ver cuándo te haces mayor! Siento
decepcionarla, soy muy infantil, ya lo sé. Pero, lo de los rasantes,
lo juro, ¡es la leche! Los paso a lo loco, sí, pero luego sigo
pegado al suelo.
_____ o _____
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