2 nov 2018

Amor fraterno

Cuando llevaron a mi hermano al hospital me lo tomé como algo exótico y excitante. Iba a visitarle y me daba envidia verle metido en la cama blanca con comida, merienda y cena. Cierto que era el centro de todas la atenciones y eso, a mí, me dio pelusa, una mezcla de envidia y celos. Luego fui contando a todos mis amigos que mi hermano tenía leucemia, y no le di importancia. Así de insustancial era yo. Pero un día que le fui a visitar me lo encontré calvo y con cara de viejo. Me vine abajo. Aquello era muy serio, vi como que se moría a sus 11 años y me desmoroné. Fueron tiempos terribles en los que lloré mucho y me rodeé de miedos y pesadillas que mis padres calmaron como pudieron. Más de un año tardó en regresar a casa Ramón. Desde entonces hasta hoy, y eso que han pasado muchos años, es el hijo y hermano más protegido de la familia. Mis padres y yo lo tenemos claro, que nadie toque a Ramón, que una vez casi se nos muere y a punto estuvimos de perderlo para siempre.
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