19 sept 2018

Conciencia

El señor Bergés se llevó una sorpresa el día que se le acercó un cliente conocido a la ventanilla del banco. Quiero retirar todo mi dinero, le dijo. El empleado comprobó en el ordenador que se trataba de una cantidad considerable, muy importante, e inició una estrategia de persuasión para que el cliente no lo hiciera. Que si dónde lo lleva, que si ellos le podrían ofrecer mejor rentabilidad, que si podrían igualar e, incluso, mejorar las ventajas ofrecidas, que si... El cliente conocido le cortó por lo sano. Mire, le dijo sin reservas, llevo mis ahorros a la banca ética, que quiero que mi dinero sirva para causas más justas que las de este banco. El bueno del señor Bergés le miró a los ojos y no tuvo más remedio que admitirlo. Eso, confesó, es algo que nosotros no podemos igualar. Y así se zanjó el asunto.
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