11 jul 2018

Penalty perdonado

Mi padre ve todos los partidos de fútbol que puede, se pasa horas enteras frente al televisor, y mi madre o yo mismo no sabemos de qué equipo es realmente seguidor. Bueno, me refiero a hincha, porque seguir, sigue todos. El caso es que mi madre ha resuelto un problema de conciencia gracias al fútbol. Y me explico. Su confesor le pidió que si quería el perdón de Dios por un pecado que arrastraba desde hacía muchos años, exactamente 35, que tenía que confesarle a su marido que yo no soy hijo suyo. Cosas de la vida, mira por dónde, que me acabo de enterar que mi viejo no es mi viejo. Pues mi madre, muy cuca ella, aprovechó que no sé qué selección de este campeonato mundial de 2018 decidía su clasificación en una tanda de penalties. Decidió, digo, informar a su esposo de que yo y él no teníamos nada genético en común. Se lo dijo alto y claro, porque lo oí yo antes del último penalty. Y tengo que confesar que mi padre ni se inmutó, lo aceptó sin más. ¡Qué nivel de hombre! Por eso le sigo llamando mi viejo. 
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