6 abr 2018

El origen del saber

Cristina es una experta en Churchill. Al menos eso pensamos todos los amigos, pues ella siempre tiene a mano frases y dichos del que fue primer ministro de Downing Street durante la Segunda Guerra Mundial. Así, por ejemplo, nos cuenta que el prócer británico decía cosas como que quien habla mal de mí a mis espaldas, mi culo contempla. Yo hace tiempo que trato de aplicar esta máxima y me sirve de mucho consuelo. También nos asegura que el hombre del puro en la boca comentaba que a menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada. Esto es algo que yo mismo tengo en cuenta, porque me viene bien de vez en cuando una lección de humildad. Pero Cristina lo completa con otra frase de Sir Winston Churchill sobre mascotas que acaba de ponerme los pies en el suelo: Me gustan los cerdos. Los perros nos admiran. Los gatos nos menosprecian. Los cerdos, sin embargo, nos tratan como iguales. Os podéis imaginar que éstas son algunas de la muchas citas que nos trae a la conversación nuestra amiga. Pero lo más sorprendente es el origen de esta afición. ¿Que de dónde me viene este saber? ¡Ay hijo, si yo te contara! Tengo muchos años y por fortuna tuve estudios. Mi madre, por contra, nació y murió analfabeta, cosas de la posguerra. Le gustaba que le leyeran cosas, así que desde niña, en cuanto aprendí a leer, todas las noches, durante muchos años y antes de acostarme, tenía que leer algo a mi madre durante media hora. Y en mi humilde casa de la posguerra, ¡sólo había un libro! con título y subtítulo elocuentes: "No nos rendiremos jamás. Los mejores discursos de Winston S. Churchill". 
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