Cristina
es una experta en Churchill. Al menos eso pensamos todos los
amigos, pues ella siempre tiene a mano frases y dichos del que fue
primer ministro de Downing Street durante la Segunda Guerra Mundial.
Así, por ejemplo, nos cuenta que el prócer británico decía cosas
como que quien
habla mal de mí a mis espaldas, mi culo contempla. Yo
hace tiempo que trato de aplicar esta máxima y me sirve de mucho
consuelo.
También
nos asegura que el hombre del puro en la boca comentaba que a
menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran
una dieta equilibrada. Esto
es algo que yo mismo tengo en cuenta, porque me viene bien de vez en cuando una
lección de humildad. Pero Cristina lo completa con otra frase de Sir
Winston Churchill sobre mascotas que acaba de ponerme los pies en el
suelo:
Me gustan los cerdos. Los perros nos admiran. Los gatos nos
menosprecian. Los cerdos, sin embargo, nos tratan como iguales.
Os podéis imaginar que éstas son algunas de la muchas citas que nos
trae a la conversación nuestra amiga. Pero lo más sorprendente es
el origen de esta afición. ¿Que de dónde me viene este saber? ¡Ay
hijo, si yo te contara! Tengo muchos años y por fortuna tuve
estudios. Mi madre, por contra, nació y murió analfabeta, cosas de
la posguerra. Le gustaba que le leyeran cosas, así que desde niña,
en cuanto aprendí a leer, todas las noches, durante muchos años y
antes de acostarme, tenía que leer algo a mi madre durante media
hora. Y en mi humilde casa de la posguerra, ¡sólo había un libro! con título y subtítulo elocuentes: "No
nos rendiremos jamás.
Los
mejores discursos de Winston S. Churchill".
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