Soy
vendedor de humo, así, tal como suena. Lo empaqueto por las mañanas
al vacío tomando las mejores brumas de la montaña, lo envaso y
decoro con esmero con un rótulo que dice “Humos del amanecer”,
añadiendo una leyenda sugestiva: "Eliminan la ansiedad y las
angustias”. Y en letra más pequeñita van las instrucciones de
uso: “Abra la bolsa con tijeras por una esquina, acerque la ranura
a la nariz, oprima la bolsa con las dos manos y aspire lenta y
profundamente su contenido tres veces. Cierre los ojos y disfrute de
la paz interior que inundará su alma”. Esto podrá parecer una
patraña a más de un lector, pero mi cartera de clientes es amplia.
Empezando por el párroco y acabando por el presidente del gobierno,
no quiero presumir.
Nota:
Interesados, pónganse en contacto con Juan Badaya.
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