El
artífice de esta obra portentosa fue, allá por el S. XII, el Beato
Blas del Escalpelo, ermitaño que fue del lugar que nos ocupa y
hombre muy respetado en su época, por el hecho de dedicar su vida a
la honra de Dios y al servicio de sus coetáneos mediante la
construcción de una ermita excavada en la pura roca. Si hoy
levantara la cabeza no estaría tan seguro de haber cumplido su
objetivo piadoso. Hoy no es más un lugar idóneo para el cultivo del
champiñon. A la mayor gloria de Dios.
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