La
orquesta seguía con precisión las órdenes del director y la pieza,
hay que reconocerlo, sonaba maravillosamente. Los instrumentos de
cuerda, los de viento y la percusión se acompasaban con naturalidad
dejando a músicos y público embelesados con tanta armonía. Y de
repente ocurrió lo inesperado, todos callaron y quedaron mudos,
menos la flauta travesera que empuñaba en aquel momento Ángel
Dionisio. Éste, sin dejar la melodía que entonaba, miró
sorprendido al director que con un gesto decidido le invitó a
seguir. Y continuó. Aquello acabó en apoteosis con la tres notas
finales, un sol-fa-re pianísimo, como sólo sabe hacer un maestro.
La orquesta puesta en pie aplaudió como aplauden los músicos
sujetando los instrumentos como si fueran malabaristas, el público
correspondió entusiasmado y Ángel Dionisio sonrió comiéndose las
lágrimas de felicidad que le brotaban de sus ojos, mientras con la
mano en corazón, no cesaba de hacer reverencias al público y, sobre
todo, a los compañeros músicos. Nadie explicó nada, pero no hacía
falta. Era un día importante aquel para el protagonista inesperado,
ese día cumplía 65 años y era su último día de trabajo. Desde el
día siguiente sería ya un jubilado. Y músico siempre.
_____ o _____
No hay comentarios:
Publicar un comentario