20 sept 2017

De tanto en cuanto, un escarmiento

Arístides Valdés era un conductor agresivo que pedía paso en la carretera valiéndose de mil tretas y bastantes infracciones. Ponía su camioneta a la velocidad máxima y se colocaba a rebufo de los vehículos que le precedían hasta conseguir un resquicio por el que efectuar el adelantamiento, algo que siempre iba acompañado de toques de claxon de los demás conductores, disconformes con aquella mosca cojonera que tanto les incomodaba. Cuántos amigos tengo, solía decir a los raros acompañantes ocasionales que se atrevían a viajar con aquel homicida en potencia. Pero un día tuvo que rendirse, hay que reconocerlo, por la causa más inesperada que pudo imaginar. Se ubicó tras un camión que transportaba reses, a tan escasos centímetros de la caja, que incomodó a algunos pasajeros y sufrió las consecuencia de manera fulminante. Media docena de tremendos escupitajos acabaron en la luna delantera de su camioneta, impidiéndole la visión de la vía. Y tuvo que detenerse a limpiarla. Reanudado el viaje, Arístides Valdés tuvo mucho cuidado de no acercarse al camión enemigo y lo adelantó con mucha precaución y en zona segura. En las cartolas leyó: Sansón Reses, tratante de llamas y alpacas. Por si fuera poco, tuvo que soportar la risa burlona del conductor cuando se puso a la altura de la cabina del camión.
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