22 sept 2017

Catarsis en San Telmo

Las escaleras de subida a la ermita de San Telmo tienen 365 escalones de piedra labrada, tantos como días tiene el año. Cada uno de los peldaños lleva tallado en la huella el nombre de un personaje bíblico, tanto los edificantes como los más reprobados por los creyentes. Los devotos que acuden a venerar a San Telmo tienen por costumbre orar mientras ascienden, si es que pisan un escalón en el que figuran, por ejemplo, Moisés, el rey David, algún profeta, cualquiera de los 12 apóstoles, el buen samaritano, María Magdalena, la casta Susana, etc. Pero cuando sus pies hollan un peldaño en el que aparece escrito, por decir, el nombre de Lucifer, Judas, los filisteos, Pilatos o el rico que no pasaba por el ojo de una aguja, profieren palabrotas, juramentos y hasta alguna blasfemia, deseando a todos lo peor. Dicen los que allí acuden que sus almas se llenan de sosiego con estos ritos y que sienten que su fe sale reforzada. La jerarquía eclesial, sin embargo, ha intentado erradicar estas prácticas, que tildan de poco edificantes, con muchas recomendaciones piadosas y poca convicción. No hay que olvidar que la mayor parte de los ingresos provienen del libro editado en el S. XVIII por el monje Justo del Verbo bajo el título de “Catálogo de jaculatorias y maledicencias para peregrinos de San Telmo”. ¡Qué no hacer por un buen desahogo espiritual!
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