Érase
un hombre poderoso, con un gran peso en la economía del país, que
convocó urgentemente al departamento de I + D de su empresa a una
reunión de trabajo. Así que todos los subalternos acudieron
presurosos a oír sus palabras y recibir sus órdenes. Esperaban
instrucciones precisas sobre cómo operar en los mercados,
desarrollar productos y mejorar aún más la cuenta de resultados.
Pero se quedaron sorprendidos y boquiabiertos cuando oyeron la
propuesta. No quiero envejecer, allá ustedes, busquen la
solución, aquí les dejo mi historial médico. Como pudieron
comprobar, no era nada halagüeño y el eco de sus últimas palabras,
no quiero acabar en un ataúd, se quedó golpeando
machaconamente en las cabezas de los asistentes, como un mantra
torturador. En los días siguiente todos los empleados del
departamento dedicado a Investigación y el Desarrollo abandonaron
sus puestos. Por pura honradez. Y al cumplirse el mes murió el
hombre poderoso. Descanse en paz.
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