No
hay nada que hagas de prisa que no puedas hacer más despacio y,
por supuesto mejor. Yo no aceptaba sin más el consejo, así que
ponía pegas. Y ¿si prende fuego la casa? Sal con calma y decisión,
la prisa es mala consejera. Y ¿si me persigue un león? Corre, corre
mucho, con calma, respirando y eligiendo el mejor camino, por
ejemplo, un árbol. La prisa te hace torpe. Y ¿si te caes al río y
sólo estoy yo para salvarte? Calma, buscas ayuda, te quitas el
calzado, la ropa y nadas tranquilo hacia mí, sin nervios, que todos
los atolondrados se ahogan juntos. Y ¿si...? Anda, no tengas prisa
en pensar, sigue el consejo y luego valoras si es acertado o no, ¿de
acuerdo? Bueno, decía yo, más por falta de argumentos que por ganas
de rebatir al abuelo. Venga, me decía, repite la frase. Y lo hice,
pero... ¿Sabes? Lo dices en tres segundos, tienes apresuramiento
hasta para hablar. Y ¿tú? Tardo más de 5 segundos. Escucha. Era
verdad.
_____ o _____
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