15 may 2017

Platicando con el abuelo

No hay nada que hagas de prisa que no puedas hacer más despacio y, por supuesto mejor. Yo no aceptaba sin más el consejo, así que ponía pegas. Y ¿si prende fuego la casa? Sal con calma y decisión, la prisa es mala consejera. Y ¿si me persigue un león? Corre, corre mucho, con calma, respirando y eligiendo el mejor camino, por ejemplo, un árbol. La prisa te hace torpe. Y ¿si te caes al río y sólo estoy yo para salvarte? Calma, buscas ayuda, te quitas el calzado, la ropa y nadas tranquilo hacia mí, sin nervios, que todos los atolondrados se ahogan juntos. Y ¿si...? Anda, no tengas prisa en pensar, sigue el consejo y luego valoras si es acertado o no, ¿de acuerdo? Bueno, decía yo, más por falta de argumentos que por ganas de rebatir al abuelo. Venga, me decía, repite la frase. Y lo hice, pero... ¿Sabes? Lo dices en tres segundos, tienes apresuramiento hasta para hablar. Y ¿tú? Tardo más de 5 segundos. Escucha. Era verdad.
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