Él me clavaba sus ojos tratando de adivinar mis intenciones. Yo, que sabía que si retiraba la vista le daba información sobre mi inseguridad y hasta de mis intenciones, le sostuve la mirada y me sonreí para intimidar y mostrar mi poder. Y me di la vuelta en señal de desprecio hacia aquel individuo que era claramente un enemigo. A la señal indicada, tomé carrerilla y como un poseso solté una patada al aire que hizo salir como un obús la esfera de cuero que había en el suelo.
Dicen que el proyectil golpeó en el marco superior, rebotó en el suelo y acabó impactando en la cara de mi adversario para alojarse en el interior de su garita. Yo abrí los ojos y vi a mi contrincante derrotado en el suelo y a mis compañeros corriendo hacia mí para abrazarme. Yo era un héroe, estaba claro, pero tuve un ataque de misericordia y me dirigí al arquero para consolarle. ¿Te has cagado?, me preguntó él. Yo asentí con la cabeza. También yo, me confesó. Esto de los penaltis es malo para el corazón, nos va a matar, me dijo. Nos abrazamos. Él era el villano, yo el campeón. Hubo unanimidad en la prensa en considerar aquel penalti como el más feo que se ha podido ejecutar en un campo de fútbol. Y yo pasé a la historia, qué curioso.
_____ o _____
No hay comentarios:
Publicar un comentario