No
entiendo a las lombrices que abandonan la húmeda tierra del jardín
y se adentran en el frío cemento del porche en busca de una muerte
segura. Locas, están locas saliendo del mundo subterráneo donde
abunda el humus y están seguras. No te lo creas, me comenta mi
amigo. Son unos invertebrados anélidos de larga vida, hasta 8 años
alargan su existencia, que salen de noche a la superficie y que
alguna que otra vez olvidan el camino de regreso. Llegan a vivir a
dos metros del suelo, ingieren a diario el 90% de su peso y, por si
te interesa, me dicen, contiene hasta un 72% de proteínas,
distribuidas a lo largo de los 150 anillos de su cuerpo. ¡Madre mía!
Pues hay más, prosiguió, normalmente buscan pareja para su
reproducción, pero, llegado el caso son exitosamente hermafroditas,
pues llegan a tener un millar de descendientes al año. ¡Vaya!
Además son fundamentales en la regeneración de suelo agrícola...
Osea, que no es un gusano estúpido que viene a morir en una baldosa
de mi casa, ¿no? Ni mucho menos, pregúntaselo a las flores, nunca
hablan mal de las lombrices. ¡Ah! O pregúntaselo a la noche, a la
luna, a la lluvia suave que humedece el ambiente, a
la brisa del amanecer, a los grillos que amenizan sus paseos, a...
_____ o _____
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