10 abr 2017

Lecciones de humildad

En cuanto el semáforo se colocó en verde, metió la primera marcha, seguido la segunda, la tercera... y giró a la izquierda para adelantar un carro tirado por un burro que avanzaba por el arcén. Sintió dentro de sí un acceso no de tos, sino de modernidad, ya que él manejaba un vehículo híbrido de última generación, con todas las bendiciones de la industria automovilística y con todos los requisitos de la sostenibilidad. Miró de reojo al “arriero” y no pudo por menos de sentirse íntimamente superior. Respiró hondo para que le llegara a todos los poros la dichosa sensación. Y hasta cerró los ojos para disfrutarla en profundidad. Y tan profunda fue la meditación que se fue a una zanja lateral. Levantó mucho polvo y estropeó el césped, abollando una de las aletas de su sofisticado vehículo. Juró en arameo, dicen que son los exabruptos que primero salen del alma, y se apeó. Allí estaba el hombre del carro dispuesto a ayudarle y a su lado el asno que, indiferente, empezaba a mordisquear las hierbas que encontraba a su lado. 
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