24 abr 2017

Coucher de nuestros días

En el equipo de fútbol tenemos un entrenador que nos obliga a practicar mucho con los penaltis. Gramaticalmente. El primer día ya nos pregunta cómo se escribe la jodida palabra y, aunque es difícil de creer, obtiene cinco versiones, por lo menos este año que es en el que yo debuto en primera división. El problema empieza a partir de la séptima letra, ya que los jugadores no nos ponemos de acuerdo, algunos lo acaban con con -i, -y, -is, -ys o -ies. Vamos, que el entrenador se enfada mucho y nos dice que no hay peor que un futbolista inculto, que menudos pavotes, otras veces dice boludos, salen hablando delante de un micrófono, que lo menos que podemos hacer es hablar con corrección y léxico apropiado. Cualquiera sabe qué será eso... El asunto es que desde el primer momento he sabido quién manda y quién es el que lleva la voz cantante en el campo y en vestuarios. Así que en los entrenamientos yo corro y obedezco a todo. El porteño, que hace de delantero centro, es el que menos problemas tiene, él dice penal, y el entrenador no se ofende. Claro es de Rosario, como Marcelo Bielsa, tiene más labia y juega con ventaja. El caso es que yo, y todos los demás, corremos como locos en la cancha, que es como dicen ellos. Para mí que esto es una táctica premeditada para incentivar, así dicen, ¿no? 
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