A mi
nieto le recuerdo de vez en cuando una anécdota de cuando él era
Alvarito. Resulta que en aquella época él quería ser científico y
descubrir el maná, ese misterioso alimento que bastó a Moisés para
nutrir a todo el pueblo de Israel en su famosa travesía del desierto
de Sinaí. Yo le respondía que eso era imposible, que no existía un
alimento tan completo y milagroso. Él me contestaba que sí existió,
que lo cuenta el Éxodo, uno de los libros del Pentateuco y que, por
tanto, podía ser redescubierto. Lejos de amilanarme por su
erudición, le argumentaba que los mitos no eran más que falacias
para enredar y que... No me dejaba acabar y se enfadaba tanto que me
amenazaba con ir con el cuento al cura de la catequesis para que me
dejara las cosas claras. Aquello me dejaba temblando y hacía que le
diera la razón. Hoy en día sigue mencionando el tema, pero ya ha
cambiado de discurso. Ahora dice que el Maná que merece la pena es
una banda mexicana que hace unas estupendas canciones.
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