27 may 2016

Se acabó la función


Sonó insistentemente el teléfono móvil de alguien en plena representación de la pieza de teatro a la que había acudido. Era del espectador que estaba sentado a mi lado que, para mi sorpresa, estaba dormido. Uno de los actores perdió la concentración y los papeles, me miró amenazadoramente y soltó una palabrota de muy mal gusto. Yo me vi obligado a dar explicaciones desde la platea y, presa de los nervios, sólo acerté a decir es éste y creo que está muerto. Y de repente acabó la comedia y empezó un drama, con los actores sentados en el escenario, la sala en desbandada y un médico que buscaba la carótida en el cuello del presunto cadáver. Que no lo era tal, porque al poco abrió un ojo y sonrió con mansedumbre. Me he dormido, dijo, esto me pasa por obeso. El doctor respiró aliviado y dijo que esto le pasaba a él por ser fiel a Hipócrates, y yo cerré el turno de intervención confesando que a mí estas cosas me pasaban por tonto. Bueno, la historia no se acabó del todo, porque se nos acercó el actor antes aludido con un gran cuchillo en su mano derecha y nos dijo que le habíamos hundido su carrera y que eso le pasaba por creer en la sensibilidad de la gente, que no quería vivir. Y como dijo que era hombre de palabra se hizo el harakiri ante nuestro ojos. El dormilón se despertó del todo, el doctor se lanzó sobre el suicida para prestar los primeros auxilios y yo aceleré mis pulsaciones buscando un infarto que me librara de aquella locura, pero todo quedó a medias cuando el actor soltó una carcajada y se extrajo el cuchillo retráctil que acaba de robar del atrezo. Y de repente a todos nos entraron las ganas de reír. Y nos reíamos tanto que cuando llegaron los Servicios de Urgencia no entendían nada y menos cuando estallaban las carcajadas incontenibles cada vez que oíamos sonar un teléfono. Casi nos deshidratamos de tantas lágrimas. Al final nos dejaron en paz y me han contado que los de Urgencias pasaron la factura de los gastos al empresario del teatro. Fue el único que no se rio. ¡Ah!, se me olvidaba, la función tenía un título premonitorio: Muertos de risa.
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