Salió
a la calle a contemplar la luna que su hijita le había señalado con
el dedo antes de dormir. Miró a diestra y siniestra y allí acabó
su suerte, pues una mala mujer le atracó por la izquierda y su
cómplice por la derecha, dejándole sin bolsa y afortunadamente con
vida. Son cosas del destino, los ladrones no siempre son hombres, le
comentó un policía. Tan diestras o más que ellos, si se lo
proponen, le apuntó una agente. Y tan siniestras como usted ha
podido comprobar, le añadió el sargento que hizo las diligencias.
Vista la discusión en ciernes en la comisaría, el atracado hizo
mutis. Confundido, muy confundido. Y sin cartera.
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